La emotiva carta de Marcelo Sicilia a Hugo Cacho Cortéz
El reconocido periodista falleció este sábado a los 80 años
Este sábado murió en el Hospital Español Hugo Heriberto Cortez -el Cacho-, al decir cuyano, a los 80 años, tras una larga enfermedad. Este fue su final, pero a los grandes, a los que brillaron con intensa luz propia, hay que ponderarlos por su vida, lo que dejaron. La vida es pasajera. La buena obra perdura.
Este domingo lo despidieron sus hijos, Graciela, Alejandro y Federico, sus mucho nietos, los vecinos del barrio Santa Ana, que lo aman y lo amarán por siempre, y todos los mendocinos que pudieron disfrutar de energía y carisma especial.
Su amigo y compañero de trabajo de tantos años, Carlos Marcelo Sicilia, le escribió una emotiva carta de despedida:
“Vengo del velorio. Tuve la necesidad de escribir unas líneas. ¿Tristes, plañideras…? O fuertes, de ¡gracias porque la vida me juntó con los mejores!
Vos fuiste uno de esos, Cacho.
La primera vez, cuando entramos al aula de primer año, gloriosa cuarta división, de la Escuela de Comercio Martín Zapata, en la vieja casona de 25 de Mayo llegando a la Plaza Italia. Marzo de 1956. Tenía 11 años para 12.
Pero la vida nos llevó por distintas veredas, y recién nos volvimos a juntar antes del Mundial 78, cuando entraste en el Canal 9 y a mi me echaron. Ya eras de los periodistas serios, de los que empezaban a ser respetados. Y el quehacer que nos juntó diariamente empezó en abril, 7 años después, con “¡Hola, País!” por Nihuil, durante treinta años.
¿Te das cuenta? -Treinta años… Y aquí aparecieron los mejores con los que me juntó la vida. Porque con el Cacho siempre estuvimos, siempre juntos, en alegrías y en sinsabores, con premios o frustraciones, durante 10950 días, con vacaciones en el medio, él en Guanaquero y yo en el Atlántico.
Y se nos sumaron los otros mejores: el Jorge Sosa, el Héctor Fernández Leal, el “Perro” Atienza, la Susi Fontemacchi, La Milka, el Nene Ávalos, el Carlitos Romairone, el Gordo Solanes, mi hermano Horacio, el Gallego Bustos Herrera, el Cristian Molina, el Rodrigo Ákaro Galdeano, el Pablo Pérez Delgado, Pilar González, Carina Scandura, el Pocho Sosa, Federico Norte, la Pato Amico. ¡Qué bien la pasamos, querido Cacho.
¡Qué elencos nos apoyaron! De primera clase, aunque hubo momentos en que vos y yo, solos, remamos esas mañanas, sin internet, sólo con tu amado “Almanaque Mundial”, edición de dos o tres años antes, y yo con el dorso de las carátulas de los long-plays, con detalles sobre los intérpretes; yo, en el rebusque afianzado en mi educación (y vos también, con la misma) y con consultas con frecuentes sobre dudas con mi Mamá, que me las sacaba. También…¡ si la Raquel era profe de Castellano y de Inglés, los dos profesorados estudiados en simultáneo, y también daba clases de griego, latín, remplazaba a profes de Historia y Geografía en el Colegio Nacional…! Una máquina mi Vieja. Ella fue de las mejores, como vos, querido compañero con quien tuve tantos instantes de risa, alegría, desesperación, fastidio, y hasta alguna tristeza (cuando Colombia nos metió cinco pepas en la clasificación en 1993, que te fuiste a caminar solo, de noche, por la vacía calle Pedro Molina).
¡Qué rápido pasa la vida! … dice siempre la gente. No, no pasa rápido. Las cosas que uno vive van a la velocidad normal, pero los 67 años desde que nos conocimos guardan tantos, pero tantos acontecimientos, que al recordarlos se juntan todos en un momento y de repente ¡te mandé el saludo el 15 de Junio pasado por tus ocho décadas! La vida no pasa rápido. Va a su ritmo, enriqueciéndonos de hermosas vivencias de gran calidez, que anulan lo triste. Por eso, hoy, volviendo del velorio, aunque se que no te voy a volver a ver, ya te tengo incluido en mis moléculas, como parte de mi ser, y la sonrisa que esbozo mientras tengo estos recuerdos, borra cualquier ausencia física”.
Fuente: Diario Uno